Wednesday, December 18, 2013

LEVIN MINNEMANN RUDESS: una fórmula ganadora para la grandeza musical


HOLA AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Fantástico súper-grupo este trío que congrega a TONY LEVIN, MARCO MINNEMANN y JORDAN RUDESS: vamos… que con solo mencionar sus nombres ya hay razones sobradas para sentir estremecimientos de admiración, y si encima se juntan para hacer un disco, pues tenemos una fórmula ganadora. Bien es verdad que no hay nada infalible en esta vida y que incluso los mejores planes pueden derivar en fracasos, pero éste no es el caso en lo absoluto. Lo que este trípode de LEVIN MINNEMANN RUDESS nos ha traído con “LMR” es una joya signada por una musicalidad rotunda y una vitalidad contundente: con el primero asumiendo roles en bajos, stick y cello, el segundo centrado en su batería y aportando algo de guitarra ocasionalmente, y el tercero luciéndose en los teclados, el Continuum y el Seaboard, tenemos la garantía de que la musicalidad va a ser suntuosa y exigida para esta particular misión progresiva.


‘Marcopolis’ abre el disco con casi cinco minutos de gloria expresionista que se basa en una confluencia de los legados de EMERSON, LAKE & PALMER y RETURN TO FOREVER, ostentando a su vez un toque contemporáneo. Si esta muestra de colorida extroversión resulta idónea para iniciar la experiencia de este disco, ‘Twitch’ se hace eco de la misma para guiarla por la senda del jazz-rock psicodélico con una actitud un poco más ligera, pero igualmente signada por esa sofisticación típica del género progresivo… especialmente en algunos breves pasajes donde se desarrollan variantes inesperadas. ‘Frumius Banderfunk’ parece un planeta sónico que orbita entre LIQUID TENSION EXPERIMENT y PLANET X, mientras que ‘The Blizzard’ nos lleva hacia un sendero de lirismo introvertido, en no poca medida inspirado en estándares de HAPPY THE MAN, DIXIE DREGS y la obra solista del propio RUDESS. Durando 7’50”, ‘Mew’ resulta la segunda pieza más extensa del álbum: heredando directamente el lirismo del tema precedente, lo remodela con un aura expresiva que redunda en afinidades con otros ítems del jazz-rock-progresivo contemporáneo (como CAB, NIACIN…). La coherencia de su desarrollo melódico y el despliegue de estilización que cada uno de estos maestros hace en sus propias labores la convierten en un imponente cénit del disco. La dupla de ‘Afa Vulu’ y ‘Descent’ regresa a la florida y alegre extroversión que antes marcaron las pautas temáticas de ‘Marcopolis’ y ‘Twitch’.

Para cuando llegamos a ‘Scrod’ ya tenemos una idea de los cimientos esenciales de este ensamble: este tema en particular funciona como paradigma de la mayor parte del álbum tomado como un todo. ‘Orbiter’ retorna a la faceta introvertida del trío, elaborando una idea musical que porta un aura space-rockera muy atractiva... ¡Ojalá hubiera sido un poco más larga! Pero bueno, el disco continúa y lo hace con ‘Enter The Core’, una pieza marcada por una espiritualidad relajante y cuyo mayor impacto está en la forja y consistencia del swing de la dupla rítmica en aras de sostener la hiperbólica presencia de RUDESS. Acto seguido, ‘Ignorant Elephant’ preserva esta estrategia para darle una mayor polenta rockera al asunto, lo cual implica, hasta cierto punto, una retoma de lo que habíamos escuchado antes en ‘Frumius Banderfunk’. ‘Lakeshore Lights’ pone más énfasis en el factor jazzero, ostentando una lealtad doble al modelo contemporáneo de unos TRIBAL TECH y a los viejos paradigmas de CHICK COREA y JAN HAMMER: el motivo central es ciertamente muy bello, además que los desarrollos y variantes ulteriores son manejados con suma fineza. ‘Dancing Feet’ es un jam contenido que sirve para ostentar síncopas y elaborar atmósferas etéreas, pero más que nada, sirve como anticipación de ‘Service Engine’, el tema que ocupa los últimos 8 ½ minutos del disco. ‘Service Engine’ es un viaje progresivo de gran altura, mayormente dominado por un manejo contenido del vigor esencial del trío, llevando finalmente a un clímax conclusivo robustamente épico.


Es grandeza musical y solo eso lo que razonablemente se espera de una congregación como ésta: nos complace atestiguar que los 64 minutos y pico que dura “LMR” están abrumadoramente inundados de tal grandeza, con lo cual se confirma que este triángulo musical se diseñó con una fórmula ganadora. LEVIN MINNEMANN RUDESS ha hecho un trabajo muy bordado que queda como uno de los máximos referentes fonográficos progresivos de 2013.  


Muestra de “LMR”.-

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