Monday, May 29, 2017

Paseando por los surcos del rock retro-progresivo con MAGIC BUS


HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Hoy nos complacemos a lo grande al descubrir a esta banda británica llamada MAGIC BUS por motivo del reciente lanzamiento al mercado de su disco “Phillip The Egg”. Formado en una pequeña localidad de Devonshire llamada Totnes, este grupo crea una fresca mezcla de los legados inmortales de las figuras pioneras del Canterbury (SOFT MACHINE, CARAVAN, EGG), el space-rock de primera generación y el rock psicodélico de fines de los 60s. Entre sus integrantes hay un músico que alguna vez perteneció a KULA SHAKER y otro que alguna vez apoyó a las megaestrellas de OASIS a los teclados. Siendo más específicos, la lista de integrantes de MAGIC BUS está conformada por el guitarrista-vocalista Paul Evans, el teclista Jay Darlington, el guitarrista Terence Waldstradt, el bajista Wihll Mellorz, la flautista Viv Goodwin-Darke y el baterista Mitch Pike. “Phillip The Egg”, el disco que tenemos en nuestras manos, es el tercero de la discografía de MAGIC BUS tras su álbum homónimo del 2010 y “Transmission From Sogmore’s Garden” del 2014. “Phillip The Egg” salió al mercado en el primer día del presente mes de mayo por vía del propio sello discográfico del grupo Back To The Garden Records, tanto en CD como en vinilo. Pasamos ahora a revisar los detalles del disco en cuestión.


Abre el disco ‘Mystical Mountain (i) Twelve Kings’, canción que dura poco menos de 9 minutos. Su talante amable y cálido encuentra el encuadre perfecto en la relajada armazón rítmica y el cómplice ideal en los ornamentos y capas brindadas por los teclados. Estamos asistiendo al hermanamiento de los CARAVAN del primer álbum y los EGG del primer álbum con algunos resquicios de la fase primitiva de PETER GREEN’S FLEETWOOD MAC en su faceta más introspectiva. A poco de pasado el ecuador de la presente canción, el ensamble se dispone a virar hacia un recurso de acrecentada sofisticación cuya estructura de crescendo es manejada con un pulso sumamente elegante: de este modo, el renovado vigor rockero sabe hacer lucir su resplandor esencial sin desbordarse ni un ápice, y así se garantiza total fluidez para el asentamiento del envolvente epílogo. Tras este impactante punto de arranque llega el turno de ‘Fading Light’, una pieza lenta que nos remite a los PINK FLOYD de la fase 69-71 pero con el señorío propio de unos NEKTAR: su motif de tendencia minimalista cuenta con bastante atractivo como para extenderse un poco más de los 3 ½ minutos que la banda se ha concedido para la ocasión. Con ‘Trail To Canna’, el ensamble se dispone a explayarse con convincente consistencia en su paleta sonora. ‘Trail To Canna’ sintetiza los espíritus de las dos canciones precedentes fusionando a CARAVAN con NEKTAR a través del empleo de un agradable lirismo etéreo en la instalación del cuerpo central. En algún momento se desarrolla un breve interludio psicodélico en el que el grupo coquetea con el estándar del space-rock a lo STEVE HILLAGE (combinando los legados respectivos de KHAN y de su primer álbum solista). 

El cuarto tema del álbum se titula ‘Zeta’ y se hace cargo de exponer por primera vez las aristas extrovertidas del ideario grupal con particular entusiasmo. Los ornamentos de flauta y los sucesivos solos de teclado y guitarra se ajustan grácilmente dentro de la luminosa ingeniería diseñada para la ocasión. Aquí tenemos un momento cumbre del álbum y este esplendor musical en curso amenaza con perpetuarse un poco más cuando llega el turno de ‘Distant Future’. En efecto, la banda se siente segura para seguir ahondando en esta táctica de efectismos y refinamientos típicamente progresivos. Las variaciones de ambiente y ritmo están a la orden del día mientras los diversos motivos se van hilando en un espíritu de gloriosa musicalidad. Las referencias a CARAVAN permanecen firmes, aunque esta vez nos remiten a sus legendarios discos segundo y tercero. También hay algún matiz propio de los VAN DER GRAAF GENERATOR pre-“Pawn Hearts”. Estas dos canciones nos han brindado juntas 11 ¾ minutos de deleite melómano hasta el punto de instaurar un inapelable cénit dentro del repertorio. ‘Kepler 22b’ es un instrumental que recibe el impacto de la estupenda dupla precedente para traducir sus elementos básicos en un nuevo momentum de prestancia majestuosa: sus tres secciones se titula ‘The Root’, ‘Zapruder’ y ‘Myrrh And Honey’, respectivamente. He aquí una exaltación del art-rock en una dinámica donde confluyen el Canterbury, el space-rock y el jazz-rock a través de unos desarrollos multitemáticos donde la vitalidad expresada por cada instrumento individual se pasea naturalmente por lo primaveral y lo invernal de acuerdo al riguroso esquema general en curso. El cénit parece no acabar nunca.



Falta poco para que concluya el repertorio del álbum cuando llega el turno de ‘Kalamazoo’, una relajante pieza de talante bucólico que nos sirve de inspiración para un relax emocional tras las muestras de sofisticación expuestas por los tres temas precedentes. En fin, ‘Yantra Tunnels’ ofrece el broche de oro del disco con una remodelación de los legados del primer STEVE HILLAGE y ciertos guiños a los GONG de la etapa 71-73, aunque enfatizando lo atmosférico y bajando el aspecto neurótico. Eso sí, los ornamentos de sintetizador y el creciente frenesí de la batería durante el pasaje final que termina desvaneciéndose en un fade-out vehiculizan solventemente un momento de pura exaltación progresiva. De hecho, nos preguntamos si este fade-out no será realmente anticlimático… a lo mejor sí, pero eso no ha de quitar nada a la idea de que “Phillip The Egg” es un magnífico muestrario de música retro-progresiva. Hemos descubierto un poco tarde a MAGIC BUS pero nos alegramos mucho de haberlo hecho ahora, que es mejor que más tarde y también que nunca. Vale la pena explorar su discografía y esperamos que la banda siga dando de sí en próximos años. 


Muestras de “Phillip The Egg”.-

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